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In te domine spero

 [Artículo publicado originalmente en LAS PROVINCIAS el 16 de septiembre de 2022]

Adentrándonos en el Museo de Bellas Artes de Valencia podemos contemplar la escultura ecuestre, esculpida por Benlliure, de la reina Victoria Eugenia uniformada como coronel del Regimiento de Cazadores Victoria Eugenia 22º de Caballería; unidad que engrosaría la semblanza del Regimiento de Caballería Lusitania n.º 8, de 313 años de Historia; protagonista y partícipe en momentos clave de nuestra Nación, desde 1931 acuartelado en nuestra provincia (Marines) y en el que tantos valencianos han servido a la Patria - algunos hasta entregar su vida -.

Imagen artículo IN TE DOMINE SPERO publicado en LAS PROVINCIAS el 16/09/2022  escrito por Vicente Javier Mengó Lloret.

150 años que empuñara pluma y sable en el citado regimiento el Conde de Noroña, escritor y poeta castellonense, juraría obediencia y fidelidad a su estandarte -1926- el también escritor valenciano, Premio Nacional de Literatura (1943), Samuel Ros Pardo, siéndole asignado uno de los 335 caballos que su unidad tenía en plantilla, pagadas 50 pesetas de rigor para el entretenimiento del equipo y montura que a un soldado de caballería correspondía. Destacando en las actividades e instrucción, resultando ser un “tirador de primera”, recibió la licencia con la cartilla número 1161779.

 Cela y Azorín no ahorrarían elogios a este doctor en Derecho, nacido en 1904 en el 54 de la calle de San Vicente y bautizado en la actual Parroquia de San Esteban Protomártir. Su padre fue uno de los propietarios de la conocida Casa Pampló, sede del bien vestir en la capital del Turia. 

 Mourlane Michelena diría que fue “autor de cuentos de un raro hechizo” y uno de ellos, Sencillo Dios (1926), premiado en El Liberal, le llevó a afincarse en Madrid en busca de la gloria literaria y al transplante de su tierra, como tantos levantinos: Luis Vives, San Vicente Ferrer, Sorolla, Benlliure o el mismísimo Blasco Ibáñez. Llegaba tras sus primeras colaboraciones periodísticas, especialmente reseñables en el diario Las Provincias, y con una novela juvenil bajo el brazo: Las sendas (1923).  

En la capital se integra en la sabatina tertulia de la Cripta de Pombo dirigida por Ramón Gómez de la Serna y entra en contacto con intelectuales que, en mayor o menor fortuna, acabarían siendo amigos e influyendo en su futura adscripción ideológica: Gecé, Eugenio Montes, Lorca, Ridruejo, Agustín Espinosa o Jardiel Poncela serían algunos

A lo largo de su corta vida Ros nunca valencianeó, pero nunca olvidó (Martínez, 2019). En 1923 realizaba suscripción de 50 pesetas para la coronación de la Virgen de los Desamparados. Cultivó amistad con intelectuales y escritores locales: Lluís Guarner, Calvo Acacio, Rafael Ferreres, Max Aub o el citado Azorín formaban parte de esa nómina cercana. Entusiasta del cine, se encuentra presente en la inauguración del cineclub en Valencia (1930), extensión del madrileño fundado por Giménez Caballero, Buñuel y Arconada en 1928. Nombrado director de la revista Vértice (1940-1942), publica en su número 55 un especial dedicado a su tierra, quedando insatisfecho al no poder incluir un artículo sobre Vicente Blasco Ibáñez, figura mirada por el régimen con cierto recelo por su republicanismo. Volvería en vacaciones estivales a las propiedades familiares sitas en L’Alcúdia.

En 1937 publica en Chile (exiliado en el inicio de la Guerra Civil, perseguido por su militancia en Falange Española) su magnum opus Los vivos y los muertos dedicada a la trágica muerte de su amante Leonor Lapoulide, de cuyo nombre ya no se separará jamás la biografía de nuestro autor. Tiempo después nacería su único hijo fruto de la relación con la actriz María Paz Molinero.

 Rodeada su figura siempre de un halo misterioso, al parecer se ve envuelto en los años 40 en el llamado Archivo Judaico. Confusa y equivocada etiqueta la de un supuesto origen judío atribuida al escritor cuyo linaje genealógico verdadero proviene de Offredo Ros de Ursinos, caballero noble romano, natural de Campo de’ Fiori, que se asentó en tierras valencianas en el siglo XIII, después de la conquista cristiana.

 Obtenido el Premio Nacional de Literatura (BOE 11-febrero-1944) fallece al comenzar la cuarentena durante la noche de Reyes de 1945, cubierto Madrid por una intensa nevada – presagio contenido en uno de los cuentos de su primera obra: Bazar (1928) -. Valencia le concedió una calle en 1962 bajo mandato de Rincón de Arellano retirada por la actual corporación (Ley de Memoria Histórica 52/2007). El callejero está huérfano de escritores que hayan obtenido el citado galardón, ninguno de los tres ostenta recuerdo en el mismo. De su busto, acordado colocarlo en alguno de los jardines de la ciudad en 1949, tampoco nunca más se supo. 

 Descansa en el panteón familiar del Cementerio General de Valencia.

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